Entradas

Cuentos

Queimada Grande por Audrys Cuevas

Las hojas verduzcas compiten con el azul del cielo. Desde donde te encuentras son innumerables, posiblemente infinitas. Dicen que quién las creó tiene arte y que todo lo que hace, es perfecto. Las palmas casi tocan el cielo con sus puntas y las montañas, a veces verdes, a veces marrones, son inalcanzables, poderosas en su magnitud y hermosura. Los troncos gruesos y fuertes te dicen que el lugar es indestructible. El su elo agoniza de hojas secas y caminos brotados de piedras. Entre el verde, se visualizan diminutos rasgos de un rojo intenso. Flamboyanes, alimentados con la sangre de los caídos aquí, de los que nunca fueron hallados sus cuerpos.  ¡Chas! La piel se te eriza de solo pensarlo. Te adentras a un camino de tierra amarillenta. Mientras avanzas, a tu derecha las cañadas se esconden con la alameda. Si te adentraras en ella, difícilmente encontrarían tu cuerpo vuelto papilla. Suspiras. Huele a tierra húmeda, frutos podridos, hojas viejas y en descomposición. Tus pasos colisionan

Perdón si te digo apreciado por Audrys Cuevas

Apreciado Blass: A pesar de que le digo apreciado, creo que eres un asco y lamento el día y la hora en que te atravesaste en mi camino. Me arrepiento rotundamente el haber aceptado subir a aquel tren con destino a Paris. Lejano día que parecía glorioso, hoy no es más que un trago amargo del ocaso de mi incomprendida vida.  Recuerdo la desconfiada y un tanto candorosa mirada de tu mujer, sus ojos de un gris pálido inquietante. Piel radiante y suave como la seda, senos firmes sobre su vientre abultado.  Usted se alimentó de nuestra juventud como un parásito invasivo, consume todo a su paso; como un día después de una tormenta, inundando todo de dolor y muerte.  Terrible señor, ¿recuerda cuándo, entre las paredes de aquel motel, le dije que ya no buscaría sus ojos más? Su mirada de fuego consumidor me avisó que decir eso, había sido un grave error. Usted dijo que se entregaría a la oscuridad. No le creí, fue más la embriagues del impulso que me hizo ceder al ardor de sus llamas. Concluido

Ellosmas por Audrys Cuevas

En un planeta muy lejano, había un país perdido, donde solo existían los ellos, quienes vivían complacidos en sus hogares o trabajando en las praderas y fábricas de los ellosmas. La sociedad era muy pequeña, a comparación con los demás países. Se decía que el país flotaba en algo que llamaban mar.   Los ellos eran seres muy trabajadores, sinceros y otros, no muy honestos. Su único problema era la falta de educación que tenían, se habían acostumbrado tanto a su cotidianeidad que para ellos era lo correcto. Eran gobernados por los ellosmas y existían las clases sociales. Unos ellos con nombres y otros con números. Y te estarás preguntando ¿cuál es el problema?; los nombres tenían prestigio y beneficios que a los ellos, no llegaban.  Entre todos esos ellos, ignorantes y faltos de conciencia, estaban los ellosser, quienes percibían las visibles diferencias y restricciones que tenían y buscaban de alguna manera educar a los demás ellos y obtener un cambio en la sociedad. Pero no sabían que

Su cama por Audrys Cuevas

‘ Tengo la mejor cama ’, decía La vieja. ‘ Mi cama me abraza por las noches y con ella no hay días nublados, mucho menos lluvias torrenciales. Aunque llueva, los días me serán soleados y la humedad no dejará moho, mucho menos suciedad. La oscuridad será pasajera; mientras abundará continuamente la claridad. Si de casualidad tengo pesadillas como las que tuve siendo niña, mi cama las enviará lejos y las consumirá por la eternidad. Si alguien quisiere dañarme, mi cama no se lo permitirá. Luchará con onda y piedras hasta vencer al gigante, porque todo aquel que daña tiene detrás un gigante que lo insta a hacerlo. Un ambicioso y poco cuerdo gigante ’. La vieja ya tenía setenta años. Los doctores le habían diagnosticado cáncer hacía ya diez años, pero ella no lo sabía. Sus hijos preferían mantenerla ignorante de su ridículo final. Pobre infeliz. Como si fuera poco, padecía una enfermedad hereditaria desde los cincuenta, que le hacía hasta las nalgas escocer; se aguantaba como si su vida d

Don Pacheco por Audrys Cuevas

  Don Pacheco era un hombre feroz, vivaz, con gran fuerza e inteligencia. Se dice que de haber estudiado, es posible que hubiera sido un genio. Aquel hombre que yacía postrado en un trasto de cama hundida, una vez diseñó y construyó su casa y todo objeto de caoba que se encontraba en aquel lugar. En sus mejores años, se le veía bailando en la pulpería de la esquina, yendo de un lado a otro detrás de todas las mujeres bonitas del pueblo. En sus peores años, arremetió contra todas las niñas, hijas de los trabajadores de los cañaverales de su familia, sin importar raza, edad o color de piel. Tenía a los trabajadores inquietos, muchos ideaban planes de cómo terminar con él, pero era el hijo del jefe ¿qué podían hacer? Don Pacheco vivía con sus hijos cuando falleció. Jorge, su primogénito y donde había pagado las verdes y las maduras. ¡ Muchacho que le había salido malo ese ! Carlitos, el pendejo, que siempre se dejaba envolver y pagaba los trastes rotos de Jorge; y por último, Rosita

Una casa

Imagen
  El perro intenta arrastrarme, sus enormes dientes me sujetan y pretenden inmovilizarme. Trato de zafarme, pero me es casi imposible. Grito desde lo profundo de mi ser, doy voces pidiendo ayuda y pese a que todos se encuentran aquí, nadie lo ve, nadie me escucha. No voy a ceder. Mamá está sentada en el viejo mueble de la sala, parece un cuadro de los tantos que hay en nuestra casa. Drogada, mira a un punto fijo en el espejo frente a ella; su reflejo no es el mismo, la veo atada con cadenas. Maldita sea, tanto que le dije que se alejara de aquel animal. Tan tonta, su relativa inocencia le abrió una brecha y él no la dejó pasar por alto. El bulto de pelos negros aplica más presión a su agarre, me siento desfallecer. Le empujo con todas mis fuerzas, logro quitármelo de encima y empiezo a correr. Él no tiene intención de dejarme, conoce mi poder, sabe que no soy un cuerpo común, puedo ver lo que otros ni se imaginan.   El florero que se encuentra debajo del espejo ha muerto y la rep

Si ella no… por Audrys Cuevas

Imagen
    Alex tallaba sus manos con frenesí, el agua se llevaba consigo lo poco que quedaba de aquella madrugada atroz. Rasgaba sus dedos con la fricción de sus manos. Su sangre se camuflajeó con la de Amanda. Él no quería hacerlo, pero la situación se había salido de control. La frustración lo segó y en parte, ella tuvo la culpa. Si Amanda no hubiera querido dejarlo, él no se hubiera enojado. Si bien es cierto que él la engañó con una mujer en un bar que nunca había visto hasta ese día, con la vecina y la sobrina de su cuñada, pero todo fue producto de un desliz, no era para tanto. No debía abandonarlo y que quisiera hacerlo, le hervía la sangre. ¿Habría sido el golpe en la cabeza o las múltiples heridas del cuchillo de cocina, lo que le habría dado fin a su vida? Es posible que si Amanda no se hubiera resistido cuando él en busca de evitar la ruptura la encerró por unos días, ella estaría viva. Alex solo quería arreglar las cosas, que ella reconsiderara esa exagerada decisión de